La ciencia de la invocación constituye,
en realidad, la organización inteligente de la energía
espiritual y de las fuerzas del amor, y éstas, al ser
efectivas, evocarán la respuesta de Seres espirituales
que pueden trabajar abiertamente entre los hombres y
establecer así una estrecha relación y constante
comunicación entre la humanidad y la Jerarquía
espiritual.
Podría decirse que la invocación es de tres tipos.
Tenemos la demanda masiva, expresada inconscientemente,
y el angustioso llamado, proveniente de los corazones de
los hombres, en los momentos de crisis como el actual.
Este grito invocador se eleva incesantemente de todos
los que viven en medio del desastre; va dirigido a ese
poder, fuera de sí mismos, y sienten que puede y debería
venir en su ayuda en los momentos de aguda necesidad.
Esta gran y silenciosa invocación se eleva hoy en todas
partes. Tenemos luego el espíritu invocador, evidenciado
por los hombres sinceros que participan en los ritos de
su religión y aprovechan la oportunidad de la adoración
y la oración unidas, para presentar ante Dios sus
demandas de ayuda. Este grupo, sumado a la masa, crea un
gran grupo de invocadores, que en la actualidad
evidencia grandemente su intención masiva y eleva su
invocación hasta el Altísimo. Tenemos finalmente los
discípulos entrenados y los aspirantes del mundo que, al
utilizar ciertas combinaciones de palabras, algunas
invocaciones cuidadosamente definidas, enfocan el grito
y el llamado invocador de los otros dos grupos,
proporcionándoles correcta dirección y poder. Estos tres
grupos están, consciente o inconscientemente, entrando
actualmente en actividad, y su esfuerzo unido garantiza
la resultante evocación.
Por la oración invocadora o aspiración —no importa qué
palabras se empleen— son extraídas y puestas en
actividad las energías espirituales, y, mediante el
claro pensar, el pensamiento dirigido y la percepción
mental, pueden trasformarse en objetivos del deseo
humano. Esta Invocación es esencialmente una plegaria
que sintetiza el deseo más elevado, la aspiración y la
demanda espiritual del alma misma de la humanidad,
debiendo utilizarse así.  
Cuando la emplea el discípulo entrenado o el aspirante
en entrenamiento, asume la actitud de meditación, es
decir, una actitud de concentración, dirección y
receptividad espiritual. Entonces ora. Asume la actitud
de meditación (actitud mental, interna y de firme
confianza), pero emplea el método de la oración, medio
potente para establecer y mantener correctas relaciones
humanas y espirituales. Cuando se halla en actitud de
meditación y utiliza la herramienta de la oración
(mediante la invocación), establece una relación con
toda la humanidad, que de otro modo no sería posible, y
complementa su reconocida aunque inexpresada necesidad,
uniéndose también con la Jerarquía espiritual, evocada
por el deseo de la masa humana.
Una gigantesca meditación grupal se está llevando a cabo
en numerosos y distintos sectores de nuestro planeta.
Todos aquellos que meditan y los grupos que reflexionan,
están relacionados mutuamente por la unidad del móvil
espiritual; buscan una estrecha colaboración y se
esfuerzan por llevar a cabo su trabajo de meditación,
consciente o inconscientemente, a un estado de
tranquilidad universal positiva, a fin de que el deseo
espiritual sea llevado exitosamente adelante, y la
recepción de la energía espiritual sea una recepción
unida. Se está realizando un gran esfuerzo para obtener
ese alineamiento mediante la plegaria, la meditación y
la invocación individuales, que, a medida que se va
fortaleciendo, puede servir a toda la humanidad.
  
Cada uno debe prestar ayuda, regular sus pensamientos y
conceptos, cultivar un espíritu amoroso y emplear la
Gran Invocación, mediante la cual estas energías y
fuerzas espirituales —extremadamente necesarias— pueden
ser invocadas.
Deben concentrarse sobre la invocación, teniendo en
cuenta de que personifica la intención divina y resume
las conclusiones del pensamiento de Dios. Concentrar
sobre ello el pensamiento mediativo y su poder
reflexivo. Descubrir la idea abstracta subyacente en
toda Invocación. Esta allí. Utilizar sus frases como
escalones para llegar a ciertos niveles mentales no
alcanzados hasta ahora.
ORIGEN DE LA INVOCACIÓN
El hombre invoca el acercamiento divino
de diferentes maneras: por el llamado incipiente,
inexpresado e invocador de las masas, y también por la
invocación planeada y definida de los aspirantes de
ideas y orientación espirituales y del trabajador
inteligente y convencido.
Poca atención se ha puesto sobre el factor invocación,
como lo expresan los pueblos del mundo; no obstante, en
el transcurso de las edades, el llamado invocador de la
humanidad se ha elevado hasta la Jerarquía y ha traído
respuesta. Lo ilustra la declaración espiritual de Shri
Krishna, expuesta en el Canto del Señor, el Baghavad
Gita; fue la enunciación que previno la venida de
Cristo. En ese Canto Él dice:
“Siempre que halla un quebrantamiento de la Ley y un
surgimiento de la ilegalidad en todas partes, entonces
Yo me manifiesto. Para la salvación de los justos y la
destrucción de los que hacen el mal, para el firme
establecimiento de la Ley, Yo vuelvo a nacer edad tras
edad.” En la época licenciosa y en el maligno período
del Imperio Romano, vino Cristo.
  
Otro ejemplo de una invocación notable y muy antigua lo
tenemos en el Gayatri, donde la gente invoca al Sol con
las siguientes palabras: “Descúbrenos la Faz del
verdadero Sol espiritual, oculta por un disco de luz
dorada, para que conozcamos la Verdad y cumplamos con
nuestro deber, a medida que nos acercamos a Tus sagrados
pies.”
Agreguemos también a ello las Cuatro Nobles Verdades
enunciadas por Buda, conocidas por todos nosotros,
puesto que sintetizan las causas y fuentes de todas las
dificultades que preocupan a la humanidad. Existen
muchas traducciones de estas verdades; todas indican el
mismo anhelo, llamado y significado. Durante la
Dispensación Judía se hizo una declaración referente a
la conducta humana en las palabras de loa Diez
Mandamientos; sobre estos se ha basado la ley humana y
también se han fundado las leyes que rigen las
relaciones de los pueblos occidentales. Luego vino
Cristo y nos dio la ley fundamental del universo, la ley
del amor y también la oración del Señor (el Padre
Nuestro) con su énfasis sobre la Paternidad de Dios, el
advenimiento de su reino y el establecimiento de rectas
relaciones humanas.
  
La humanidad se encuentra hoy en un particular y
excepcional punto medio entre un pasado desventurado y
un futuro lleno de promesas, siempre que se reconozca la
reaparición de Cristo y se lleve a cabo la preparación
para Su venida. El presente esta lleno de promesas y
también de dificultades; actualmente y en el presente
inmediato la humanidad tiene en sus manos el destino del
mundo o —si puede expresarse así, con toda reverencia—
la actividad inmediata de Cristo. La agonía de la guerra
y la angustia de todo el género humano condujo a Cristo
en 1945, a tomar una gran decisión, manifestada en dos
declaraciones importantes. Anunció a la Jerarquía
espiritual y a todos Sus servidores y discípulos en la
Tierra, Su decisión de surgir nuevamente y establecer
contacto físico con la humanidad, si llevaba a cabo las
etapas iniciales para el establecimiento de rectas
relaciones humanas; luego dio al mundo (para ser
recitada por el hombre de la calle) una de las más
antiguas plegarias conocidas, pero hasta ahora sólo se
la ha permitido utilizar a los seres más excelsos. Se
dice que Él Mismo la recitó por primera vez en 1945
durante la Luna llena de Junio, conocida como la Luna
llena de Cristo, así como la Luna llena de mayo es la de
Buda. No fue fácil traducir estas frases antiguas (tan
antiguas que no tienen fecha ni antecedente alguno) en
palabras modernas, pero ello se ha hecho, y la Gran
Invocación eventualmente será una plegaria mundial.
  
El pensamiento humano es tan reaccionario
que, evocará la crítica, la afirmación de que constituye
una de las más grandes plegarias mundiales, a la par de
otras expresiones verbales del deseo y de las
intenciones espirituales. Ello no tiene importancia.
Solamente unos pocos —muy pocos— emplearon el Padre
Nuestro en los primeros días del cristianismo, porque
era necesario registrarlo y expresarlo en términos
comprensibles, y traducirlo adecuadamente antes de ser
utilizado ampliamente. Este esfuerzo llevó siglos.
Tenemos hoy todos los medios para una rápida
distribución, y han sido empleados para divulgar la Gran
Invocación.
EL DESTINO DE LA HUMANIDAD
Estos pocos conceptos podrán servir para
que la Invocación reviva en sus mentes y adquiera una
nueva y vital vivencia. Está relacionada
excepcionalmente con todas las creencias antiguas y
verdaderas. Brinda esperanzas para el futuro y tiene
suma importancia práctica para el presente. No se
expresa en forma vana y nebulosa. Expresa las
necesidades fundamentales de la humanidad actual:
necesidad de luz y amor, comprender la voluntad divina y
terminar con el mal. Demanda triunfalmente: “Que la luz
descienda a la Tierra; que Cristo retorne a la Tierra;
que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los
hombres; que el Plan... selle la puerta donde se halla
el mal.” Luego resume todo en estas vibrantes palabras:
“Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en
la Tierra. El énfasis siempre recae en el lugar de
aparición y manifestación: la Tierra.
Habrán notado —al estudiar la Invocación— una estrecha
relación entre la primera estrofa y la última; el
destino de la humanidad consiste en ser exponente de la
mente de Dios, expresando por lo tanto inteligencia
activa, motivada por el amor y complementada por la
voluntad. El momento no ha llegado aún, pero si el
sentido humano del tiempo es correcto y el adecuado
deseo es suficientemente poderoso, por primera vez en la
historia humana este destino puede ser reconocido
públicamente e impeler a los pueblos, en forma creciente
y voluntaria hacia una actividad que es específicamente
su propio destino. Éste constituye también uno de los
objetivos primordiales de la Invocación; su empleo
constante producirá el incluyente concepto del
desarrollo espiritual e impartirá la síntesis del pensar
humano, de que hasta ahora había carecido. A medida “que
la luz afluye a las mente de los hombres” el Plan divino
será percibido con mayor amplitud y la voluntad al bien
será más generalmente deseada e invocada.
  
Este gran llamado invocador es triple.
Constituye la demanda de que afluya luz en el camino y
en los lugares oscuros de la tierra; también demanda más
amor en el mundo, tal como lo expresan los hombres de
buena voluntad y las actitudes humanitarias; finalmente
es el llamado intuitivo, de los aspirantes y discípulos
del mundo, para expresar la Voluntad de Dios. La
humanidad común instintiva, los hombres y mujeres de
buena voluntad y los discípulos del mundo, están todos
implicados en esta invocación, que introduce los
atributos del instinto, de la inteligencia y de la
intuición, incluidos todos en la Gran Invocación. Además
se ha de recordar constantemente esta fusión básica, la
cual se está expresando ahora oralmente, y se ha de
extraer aliento del acercamiento masivo a la Fuente de
toda vida, amor y luz. Nada puede resistir la demanda
unida de los hombres, en graduadas y apretadas filas, de
todas partes.
El trascendental significado de esta presentación de un
ejercicio de alineamiento, plegaria o invocación,
cósmico, planetario e individual, consiste en que
provoca, como resultado de su correcto empleo, una
afluencia espiritual directamente al corazón de la
humanidad, proveniente de las fuentes más elevadas.

Lo excepcional de esta Invocación estriba
en que realmente es un gran método de integración.
Vincula al Padre, al Cristo y a la humanidad en una gran
relación. Cristo puso siempre énfasis en la paternidad
de Dios, en sustitución del cruel, celoso y tribal
Jehovah. En el capítulo 17 del Evangelio de San Juan
(otra de las más grandes declaraciones espirituales del
mundo), Cristo puso de relieve la relación de la
conciencia Crística con la conciencia de la Deidad
misma. Vinculó el concepto del espíritu con el hombre,
plenamente desarrollado e inspirado por su alma, y la
unidad subyacente que existe en todos los seres, en
todas las formas y en el Padre. La Gran Invocación
relaciona la voluntad del Padre, el amor de la
Jerarquía espiritual y el servicio que presta la
humanidad, en un gran Triángulo de Energías. Este
triángulo tendrá dos resultados fundamentales: “sellar
la puerta donde se halla el mal” y la realización del
Plan de Amor y de Luz, mediante el poder de Dios
liberado sobre la Tierra, a través de la Invocación.
Esta Invocación también es única, en el sentido que
invoca simultáneamente los tres aspectos divinos. Nadie
puede emplear esta invocación u oración, para la
iluminación y el amor, sin causar poderosos cambios en
sus propias actitudes e intención en la vida; además
modificará el carácter y las metas y alterará la vida,
haciéndola espiritualmente útil. “Como el hombre piensa
en su corazón, así es él”, constituye una ley básica de
la naturaleza; la constante dirección de los
pensamientos hacia esa necesidad de luz y perspectiva de
iluminación, no puede ser ineficaz ni lo será.
  
Lo único que le preocupa a la Jerarquía
espiritual del planeta es que toda la humanidad
aproveche la oportunidad espiritual, la cual se halla
presente hoy en forma más destacada que nunca. Se nos ha
dado la Gran Invocación, en estos momentos de
oportunidad, para que la utilicemos en colaboración con
Aquellos que la emplean en bien de la humanidad.
La Invocación no es propiedad de ningún individuo o
grupo. Pertenece toda la humanidad. Miles de personas de
buena voluntad en el mundo la recitan todos los días.
Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en
la Tierra.
LA TÉCNICA DE LA MEDITACIÓN
1. Postura Física.
Adoptemos una posición cómoda al cuerpo, pero teniendo
en cuenta que la columna vertebral debe estar recta, es
conveniente cerrar los circuitos energéticos (manos
cruzadas, manos en contacto).
2. Respiración.
Establecida la postura adecuada, centremos la atención
en el ritmo respiratorio. Iniciemos una respiración
completa de carácter profundo: inspiremos lentamente,
retengamos algunos segundos (adecuado a la capacidad
individual) sin producir cansancio y expiremos muy
lentamente. Efectuemos de cinco a diez respiraciones
controladas.
3. Control Emocional.
Centremos la atención en nuestro estado anímico,
registremos el grado de excitación emocional y
conduzcamos el cuerpo de los sentimientos a un estado de
tranquilidad, adoptando la posición del observador, sin
identificarnos con las emociones.
4. Observación de las Ideas
Elevemos nuestro estado consciente al nivel mental, y
percibamos el continuo fluir de las ideas. Asumamos la
posición del observador, sin identificarnos con las
ideas, permaneciendo en calma, mientras las ideas fluyen
continuamente, intentando no quedar atrapados con
ninguna de ellas.
5. Alineamiento de la Personalidad.
Desde el nivel del observador, contemplemos rápida y
sucesivamente al cuerpo físico, la respiración, el
cuerpo emocional y el cuerpo mental. Veámoslos como un
todo integrado y coherente. Esto constituye la etapa de
alineamiento y control.
6. Etapa del "COMO SÍ"
Mientras nos mantenemos en la actitud del observador,
iniciemos un nuevo esfuerzo. Visualicémonos nosotros
mismos desde la posición del observador "como si
fuéramos el alma". Asumamos la actitud de que somos un
alma manifestándose por medio de una personalidad
integrada.
7. Emisión de la Palabra Sagrada.
Identificados con el alma y desde ese estado,
pronunciemos el AUM (OM) tres veces. La primera vez en
voz alta, para impresionar el cuerpo físico, la segunda
vez en tono más bajo, para aquietar al cuerpo emocional,
la tercera vez, en tono casi inaudible para sintonizar
al cuerpo mental.
8. Afirmación Reflexiva.
Expresar en voz alta y con firmeza:
YO SOY EL ALMA, CUYA NATURALEZA ES LUZ, AMOR Y VOLUNTAD.
YO SOY EL PLAN, Y ME UNIFICO CON TODO LO QUE RESPIRA.
PURIFICO MI VIDA ASTRAL Y SÉ QUE SOY UN CANAL PARA EL
AMOR DE DIOS
ME MANTENGO ERGUIDO POR EL AMOR Y LA FORTALEZA DIVINOS.
9. Conexión con el Alma.
Luego, visualicemos que la personalidad y el alma están
fusionadas y es una sola expresión, desde el nivel del
alma alcanzado, emitir la palabra sagrada (OM) una sola
vez hacia el mundo.
  
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