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El
niño-Cristo nace el 24
de diciembre hacia la
media noche en un
pesebre situado en una
gruta (caverna).
Astrológicamente, hacia la media noche del 24 de diciembre, en el horizonte
oriental se observa a cero grados la constelación de Virgo que empieza a
ascender, y diametralmente opuesto al otro lado del Planeta se encuentra el
Sol.
Se dice entonces que el Sol, el Cristo-Niño está naciendo de una Virgen, la
Constelación de Virgo; esa es la explicación esotérica de por qué se habla
del nacimiento virginal el 24 de diciembre a la media noche.
El Niño-Cristo nace en un pesebre, rodeado por la mula y el buey.
El pesebre indica ese lugar humilde, sencillo, natural en donde el Cristo
Cósmico se naturaliza para hacer posible el proceso de la generación
universal.
La mula y el buey son las pasiones, el instinto, la lujuria que acicatean al
ser humano, rodeando al Niño-Cristo, es decir a la Vida Divina que se
sumerge en nuestra propia naturaleza para hacer posible los sagrados
procesos de la generación universal y de la regeneración y espiritualización
n del ser humano.
La caverna está encarnada en nosotros en el sacro-plexo; allí, dicen los
orientales, se encuentra "la divina diosa", "la divina madre" llamada por
ellos Kundalini, enrollada en tres espiras y media como una serpiente
luminosa, esperando ser despertada de su letargo.
Enseñan que solamente cuando esa energía se ha puesto en actividad y se ha
elevado, podrá el ser humano convertirse en un dios. En la Biblia dice que
Moisés "Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre una asta y cualquiera que
fuere mordido y mirare a ella, sanará" Núm. 21.8.
La serpiente ardiente es la diosa Kundalini, la divina Madre, como Fuego
Creativo del Espíritu Santo.
El asta es la espina dorsal, el sistema nervioso cerebro-espinal, el árbol
de Navidad que se llena de luces y de bombillas y de bolas de colores, que
son los chakras, los centros de energía luminosos, radiantes que se observan
plenos de luz y de color.
El verde y el rojo que son utilizados en Navidad significan la mujer y el
hombre, mientras que el color dorado es el Cristo.
El verde, el color de Venus, la mujer; el rojo, el color de Marte, el varón;
es decir que el hombre y la mujer comulgan con el Cristo en la época de la
Navidad en sus sentimientos, emociones y poder generatriz.
En Egipto el Niño-Cristo es educado en los Misterios Iniciáticos y es
enseñado por Grandes Maestros: es éste Mundo Físico con todos sus atractivos
materiales de los cuales derivamos dolor, sufrimiento, penas.
Esos son nuestros más grandes y a la vez más benévolos maestros, porque se
aprende más del dolor que de la alegría; se aprende más del sufrimiento que
del bienestar.
Las buenas épocas no las recuerda tan fácilmente, pero los tiempos de dolor
y de sufrimiento no se olvidan jamás.
Uno suele decir: ¡Qué época tan dolorosa! ¡Qué época tan triste! ¡Cuánto
sufrí! ¡Qué dolor moral! Son esos "maestros de Egipto" los que nos llevan
inexorablemente a la Sagrada Iniciación, es decir, a la conquista de nuestra
naturaleza inferior y a la unión con nuestro Yo Superior, el Alter Ego.
El 21 de diciembre el Cristo Cósmico penetra al centro del planeta, en donde
se encuentran el cerebro, corazón y sexo del Espíritu Planetario; éste
comulga con esa Energía del Cristo Cósmico desde el 21 hasta el 24 de
diciembre hacia la media noche, momento en el que esa Energía parece un
torrente de Luz como un Sol gigantesco que pareciera que brotara del centro
de la Tierra, inundando el planeta con Su Fuerza y Su Poder a toda vida
manifestada, siendo los más beneficiados nosotros los humanos.
Si nos hemos estado preparando durante las semanas previas a la Navidad con
mística, con castidad de pensamiento, palabra y obra, meditando,
interiorizándonos, espiritualizando nuestros vehículos, esa noche será
prodigiosa. Muchas personas han logrado llegar a la Iniciación en la media
noche del 24 de diciembre.
Es el Cristo interno el que debemos desarrollar, es el Cristo interno el que
debemos conquistar y solamente se logra a través de la veracidad, a través
de la pureza de pensamiento, palabra y acto, a través del servicio
desinteresado.
Esta es una época para servir; por eso en todas las culturas durante este
tiempo se dedican a llevar regalos, alimento, ropa, frazadas a los
necesitados; es algo del sentimiento crístico que está vibrando en el
corazón del ser humano, pero nosotros tenemos que llegar mucho más lejos,
debemos entregar de sí lo más que podamos: conocimiento, amor, servicio.
En la Navidad el ser humano que se prepara espiritualmente se llena de una
luminosidad espectacular la cual radia por metros y metros.
Esa luminosidad que ha captado de la Energía Crística liberada el 24 de
diciembre hacia la media noche puede ser compartida con toda persona que
esté sufriendo, con enfermos graves, con personas que sufren de depresión,
de angustia, de tristeza, con personas que tiene profundos conflictos,
mediante terapias de abrazos.
Se llega a esas personas y puede abrirles una puerta gigantesca para que
encuentren su camino, para que encuentren cómo superar las dificultades, las
enfermedades, los problemas, las tristezas por las cuales están pasando.
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