Los pastores en el campo durante la
noche son las fuerzas de la voluntad que actúan en el hombre
o sea la concentración, la meditación y la contemplación
que cuidan los rebaños de sus pensamientos en la oscuridad de
su YO aun no iluminado. Pero de pronto, por el nacimiento de la divinidad
en el hombre aparece la Luz de la conciencia pues el ángel del
señor domina a todas las fuerzas “Pastores” y las
hace utilizables, diciéndoles que no tengan miedo, pues para
ellos o sea para dichas fuerzas ha nacido hoy el salvador, el redentor,
el transparente, claro y luminoso, el señor de la ciudad de David.
La ciudad de David significa el dominio
del espiritual (Atman – Buddhi – Mana) sobre lo material.
(Instinto – Astral – Prana). El triángulo blanco
en la estrella de seis puntas fue dirigido con su punta superior hacia
arriba, hacia la salvación; y el triángulo negro o sea
nuestros malos instintos tiene su punta dirigida hacia abajo.
La muerte ha sido devorada por la victoria.
Observase la unión del triángulo blanco con el negro en
la estrella de seis puntas. Un hombre en el que los procesos interiores
correspondan a este símbolo es “Señor en la ciudad
de David”, es decir el Sigillum de David el alquimista. Es señor
del cuerpo de los instintos, de las fuerzas. Esto es dicho en grandes
rasgos el hondo sentido de la fiesta de navidad.
La humanidad debe buscar nuevamente
el sentido espiritual. El verdadero sacerdote de la vida es el artista,
el poeta que con sus palabras armoniosas con un sentido profundamente
espiritual logra inspirar a todos aquellos que le escuchan o que leen
la rítmica armonía y melodía de sus versos. Eso
verdaderamente es arte, eso realmente es espiritualidad.
Cuando se escucha música clásica
excelsa, cuando se admira un amanecer, un atardecer, un bello paisaje,
una pintura hermosa, entonces en ese momento se está comulgando
con el Cristo, porque se está despertando el sentido espiritual
en el centro del corazón. Allí realmente se está
bien enfocado y es lo único que puede quedar en nuestra existencia.
Lo que se cultive de sensibilidad y de conciencia es lo que nos llevaremos
encarnación tras encarnación a lo largo de esta evolución
ilimitada e infinita.
A este mundo denso vinimos a aprender
y a adquirir experiencia; no estamos aquí para ser felices ni
para estar tristes, únicamente venimos para evolucionar. Tenemos
que aprender y afrontar las experiencias que la vida nos ofrece y a
través de esas experiencias ir creciendo en sensibilidad e ir
creciendo en conciencia. Esa es la maravilla espiritual del Cristo en
nosotros.
Se representa al Cristo como un niño
recién nacido, porque la energía de Cristo al nacer en
nuestro corazón, inicialmente es como un bebé al que hay
que cuidar, alimentarlo, y ayudarle en su desarrollo y en su crecimiento.
No sucede así con los animalitos que ellos desde que nacen pueden
caminar, buscar alimento, etc. El ser humano es un ser desvalido como
niño; así es el niño Cristo en nosotros, en nuestro
corazón; está totalmente desvalido porque pueden más
la emoción, la ira, la envidia, la crítica destructiva
que el sentido estético de bondad y de fraternidad.
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