1.- Aun cuando el autor Sue Gerhardt lo menciona; lo hace, muy someramente. Pero un adecuado y cuidadoso periodo de preñez, es muy importante para la formación de una amoroso y apropiada personalidad (Cuerpos físico denso y etérico, astral o emocional y mental o del pensamiento). Porque mientras se está en el vientre materno, se reciben innumerables vibraciones (Positivos o negativas) físicas, emocionales o astrales, mentales; e incluso, espirituales. Vibraciones que; como energía, van a formar parte de la personalidad de la criatura por nacer.

La experiencia al respeto no sólo es personal, sino dada por el tiempo como astrólogo; durante el cual, en el levantamiento de Cartas Astrales Pre-natales, se pudo detectar, que muchos de los problemas de la personalidad provenían:

a.- Por el rechazo de la madre del embarazo, debido a incontables condicionamientos sociales. Rechazo; que como vibración energética coadyuva, a la deformación de las células del cuerpo físico denso y los canales energéticos de los cuerpos etérico (Energético), astral (Emocional) y mental (Del pensamiento).

b.- Al consumo de tabaco, alcohol, drogas u otras sustancias psicotrópicas o medicamentos durante la maternidad; lo que directa o indirectamente causan, malformaciones físicas y psíquicas (Mentales y emocionales) en la personalidad.

C.- Relaciones sexuales durante el embarazo; lo cual conlleva a que el feto reciba dichas vibraciones, para que formen parte de los estímulos de su nueva personalidad.

d.- Perjudiciales condiciones sociales; las cuales, por el estrés que genera a los progenitores, afectan considerablemente el normal desarrollo de la personalidad del criatura en el vientre materno. Al respecto resaltan: La falta de una adecuada educación, pobre condiciones económicas, materiales, sociales o climáticas, para un acorde embarazo. Que se le niegue la paternidad al padre; originando que durante el embarazo, el feto crezca sin la afectividad de las vibraciones masculinas del progenitor o de quien aportó los genes masculinos. Graves o violentos problemas familiares, raciales, culturales, religiosos o políticos, etc.
2.- También es importante resaltar; que todos nacemos con el polo negativo activo, del cuerpo físico etérico. Por ende, podemos excretar gracias al polo negativo del éter químico. Logramos generar fluidos, por el polo negativo del éter vital. Conseguimos percibir por los sentidos, debido al polo negativo del éter luminoso; y alcanzamos a memorizar o recordar, dado a las funciones del polo negativo del éter reflector. Por lo que si en los primeros años de vida nos vemos envueltos en estresantes vibraciones; como a bien lo menciona la exposición de Sue Gerhardt, estaríamos gravando dichas tirantes vibraciones en nuestra naciente memoria, sensibilizando con situaciones nerviosas nuestros sentidos, afectando los naturales fluidos del cuerpo; y perjudicando, las excreciones.

 

 

Por eso, el cuido personalizado del niño durante los meses prenatales y sus primeros años de vida, es de suma importancia. Porque es la etapa en la que se está formando integralmente el cuerpo físico denso (Con todo su sistemas: nervioso, sanguíneo, digestivo, óseo, muscular, etc.); además, de la creación de parte o del polo negativo del cuerpo físico etérico. Pues el polo positivo de asimilación; del éter químico, se termina de formar a los 7 años. El polo positivo de procreación; del éter vital, se completa a los 14 años. El polo positivo de producir la propia sangre y calor corporal; del éter luminoso, concluye a los 21 años. Y el polo positivo para razonar; del éter reflector, finaliza su formación a los 28 años.

De todos modos, quienes en los primeros años de vida experimentamos; por distintas razones sociales, altas vibraciones de estrés, lo único que podemos hacer es trabajar con la meditación, la auto-observación y la retrospección, para que las energías de nuestro Ego o Espíritu puedan (Poco a poco) restablecer, la armonía y el normal funcionamiento de todos nuestros cuerpos (Mental, astral y físico [Etérico y denso]). Ése; en sí, podría decirse que es uno de los retos principales en la actual vida moderna, de muchos quienes hondamos el camino de la Evolución Espiritual.

La ansiedad, la depresión, los comportamientos adictivos…muchos desórdenes psicológicos de los adultos tienen su origen en los primeros meses de vida. La neuropsicología evidencia que los bebés que disponen de una atención constante y amorosa se convierten en niños empáticos y confiados, que saben expresarse y gestionar sus emociones.
 

La neurocirugía y la psicología evolutiva han demostrado de forma convincente que la primera infancia es el periodo más importante de nuestras vidas en lo que atañe al bienestar emocional y a la salud mental. Aunque existen muchos factores que afectan al modo en que nos convertimos en personas adultas (nuestra propensión genética, nuestra experiencia prenatal en el útero, o el hecho de que nos hayan amamantado o no), cada vez existen más evidencias científicas de que las primeras relaciones que establecemos en la etapa posnatal son las que tienen un mayor impacto en nuestra vida emocional.
Esta es una información relativamente nueva que aún no es del dominio público. Se trata de un mensaje que algunos padres tienen miedo de escuchar, pues la responsabilidad que comporta les provoca cierta ansiedad. Sin embargo, no deberíamos inquietarnos demasiado; la mayoría de los padres disfrutan con sus bebés y les proporcionan la seguridad emocional suficiente para que crezcan sanos y felices.
Un bebé aprende a gestionar el estrés en los primeros meses de vida y esto le influye para siempre.
Pero es fundamental que seamos conscientes de la importancia de satisfacer las necesidades emocionales de los bebés. Todo tipo de problemas sociales tienen su origen en la primera infancia. Muchos jóvenes agresivos, chicas deprimidas y adultos con trastornos adictivos o de personalidad fueron afectados por sus experiencias infantiles. En muchos casos, no recibieron el cuidado que necesitaban siendo bebés y sus cerebros se organizaron de forma distinta a la de aquellos otros niños que tuvieron unas experiencias de amor más constantes.
Nuestras relaciones más tempranas pueden tener un gran impacto en la dirección que tomará nuestra vida. Esto es así porque tienen lugar en una etapa en que aprendemos a “regular” nuestras emociones, a enfrentarnos al estrés, así como a desarrollar estrategias para que satisfagan nuestras necesidades. ¿Nos dirigimos a las personas con confianza o las evitamos ansiosamente? ¿Exigimos las cosas con enfado o, más bien, negociamos con calma nuestros deseos? Este es el tipo de comportamientos que aprendemos en la primera infancia.
Los bebés tienen un potencial inmenso, pero dependen de los demás para desarrollarlo. Es lógico, pues tienen que encajar en la cultura y en las circunstancias particulares en las que se encuentran. Del mismo modo que si viven en un país nevoso y frío, aprenderán a comer grasa de ballena y vivirán en pequeños grupos, o si viven en el desierto aprenderán el modo de vida nómada y tribal, si nacen en el seno de una familia enfadada cuyos miembros se dañan mutuamente, el bebé se adaptará a un alto nivel de estrés. Si, en cambio, se trata de una familia acogedora, su respuesta ante el estrés será distinta.
Pero, ¿qué significa el estrés para un bebé? No se trata únicamente del peligro más obvio de estar rodeado de violencia y de ira. Como los bebés dependen tanto del cuidado de los demás, sentirán el mismo estrés si son ignorados cuando lloran como si los separan de su cuidador. De hecho, la respuesta ante el estrés es uno de los primeros sistemas de gestión emocional en desarrollarse. Aunque los niños nacen con la expectativa de poder manejar el estrés, aprenden en los primeros meses de vida a regularlo fisiológicamente (y la forma en que lo aprenden dependerá de las experiencias que tengan). Cuando un bebé es expuesto a mas estrés del que puede manejar, corre e riesgo de desarrollar una respuesta hipersensitiva.

Cuando al bebé se le separa de su cuidador o si llora y no es atendido libera la hormona del estrés.
La respuesta ante el estrés –o respuesta del eje HPA (hipotálamo-pituitario-adrenal), como la denominan los científicos –es una respuesta bioquímica desencadenada por la amígdala cerebral, una pequeña área con forma de almendra situada en el centro del cerebro, capaz de evaluar a las personas y las situaciones de una forma rápida y simple y de reaccionar principalmente ante el peligro. Cuando la amígdala se activa, inicia una cadena de reacciones bioquímicas para liberar cortisol, la hormona del estrés, muy útil por que ayuda al cuerpo a centrar su energía en preparar una respuesta. Sin embargo, si un bebé se halla ansioso y estresado durante la mayor parte del tiempo, puede acabar con unos niveles crónicamente altos de cortisol que resultan dañinos para el desarrollo de su cerebro, todavía en formación.
Un nivel alto de cortisol puede afectar a numerosas estructuras cerebrales de desarrollo temprano, así como a otros sistemas bioquímicos que se van ajustando durante el primer año de vida, como, por ejemplo, aquellos en los que intervienen la serotonina y la dopamina, neurotransmisores implicados en trastornos como la depresión, la agresividad y las adicciones.
Altos niveles crónicos de estrés afectan al desarrollo del bebé y a su “cerebro Social”.
Otra área vulnerable del cerebro es el córtex prefrontal, la primera del cerebro específicamente humano en desarrollarse, y que se usa para las relaciones sociales avanzadas. Los humanos somos mamíferos que hemos desarrollado a un alto nivel nuestras capacidades para la crianza. Aunque compartimos los mismos circuitos cerebrales con otros mamíferos, los hemos elaborado de manera que nos permiten reflexionar sobre nuestras emociones y relaciones sociales. Por eso necesitamos un córtex prefrontal o “cerebro social” que sea efectivo, que nos ayude a relacionarnos bien con los demás ya gestionar nuestro comportamiento social.
Estas áreas del cerebro específicamente sociales no se desarrollan automáticamente, sino que lo hacen en respuesta a nuestras experiencias sociales. Una persona aislada de toda experiencia social (como aquellos desgraciados bebés de los orfanatos rumanos) tendrá una estructura cerebral diferente a la de alguien que viva con unos padres dedicados y afectuosos. Experiencias positivas, como las sonrisas mutuas y los juegos con que los padres gozan con sus bebés (el placer de la reacción recíproca) pueden estimular las vías de la dopamina, que se ramifican en el área prefrontal durante el primer año de vida, para que liberen glucosa en el córtex prefrontal. Esto proporciona energía y ayuda a que se realicen las conexiones allí.
Responder rápidamente a las demandas del bebé facilita que aprenda a expresarse.
Y esto es justamente lo que necesita un bebé: un adulto predecible y protector que responda a su personalidad única y a sus necesidades inmediatas, ya sean las de ser alimentado, calmado o estimulado. La respuesta rápida de los padres a las demandas del bebé le ayuda a descubrir que puede causar un efecto sobre otras personas y a darse cuenta de que puede comunicarse deliberadamente sus sentimientos lloriqueando o gritando y, más tarde, mediante el lenguaje. Un bebé cuyos padres no responden puede interiorizar que sus sentimientos no son entendidos y convertirse en un niño que llora y patalea continuamente, en lugar de pedir y negociar lo que desea.
Los bebés que no obtienen respuestas se estresan intensamente, se sienten indefensos y la liberación de cortisol que se produce puede dificultar el crecimiento de su córtex pre frontal. Si el “cerebro social” queda sin desarrollar, puede provocar varias consecuencias en el niño. La capacidad que puede verse más afectada es la del autocontrol, especialmente si no se desarrolla bien la parte orbito frontal del córtex pre frontal. Está área es la que nos proporciona un “botón de pausa” para controlar nuestro comportamiento. Sin un buen botón de pausa, estaremos a merced de nuestros impulsos y seremos menos capaces de controlar y dirigir nuestra atención. En el caso de un niño, esto afectará a su desarrollo moral, pues sin autocontrol su conciencia puede ser más débil y su capacidad para pensar en las experiencias de otras personas será menor. De hecho, este fundamento básico de la autorregulación desempeña un papel importante en su habilidad para sacar provecho del colegio. Una investigación reciente, llevada a cabo por el psicólogo Clancy Blair y sus colegas de la Universidad Estatal de Pensilvania, EE.UU., sugiere que la regulación emocional –la capacidad para controlar los impulsos y centrar la atención- es más importante que la inteligencia para obtener un éxito académico temprano.
El bebé desamparado no se desarrollará de manera adaptativa, le faltará empatía.
La mayoría de los padres disfrutan con su bebé: lo mecen con delicadeza, le hablan de una forma especial, quieren estar a su lado y son capaces de defenderlo con fiereza. La mayoría de los padres no necesitan pensar en amar a su bebé porque les surge de forma natural de su experiencia de haber sido amados durante su infancia.
Pero esto no0 siempre es así. En mi experiencia clínica he comprobado que hay padres que tienen dificultades para criar a sus bebés, la mayoría de ellos porque no vivieron una crianza feliz con sus padres. Un considerable número de personas no se sintieron bien cuidadas y protegidas durante su primera infancia, lo que les crea dificultades para atender a sus bebés y les origina unos sentimientos muy encontrados hacia ellos, les resulta difícil amarlos. También es posible que haya madres que se sienten sin apoyo porque están separadas de sus propias madres. Si las madres no se sienten bien respaldadas, pueden caer fácilmente en una depresión que no les permita atender a sus bebés. Sea como fuere, todos estos padres pueden mantener una buena relación con sus bebés si reciben la ayuda necesaria. El problema es que la ayuda psicológica cuesta dinero.
Dedicar recursos a la primera infancia es la garantía para crear sociedades más felices.
En cuanto entendamos el papel tan importante que desempeña la primera infancia es nuestra formación como individuos, nos ocuparemos de priorizar que todos los bebés reciban un cuidado suficiente. Un primer paso sería proporcionar un apoyo financiero generoso a la crianza de los bebés, algo que es crucial, pues garantizaría que los padres pudieran cuidar de sus propios bebés. Se trata de una tarea que es muy personal y que realizan mucho mejor los padres o los cuidadores que tienen un vínculo real con el niño en cuestión. Pero, además, debemos procurar que el apoyo psicológico sea asequible y que las necesidades emocionales del bebé puedan estar satisfechas del mismo modo en que lo están sus necesidades físicas.
No se trata solo de una cuestión personal que debe dejarse en mano de los padres. Se trata de una cuestión de interés social, ya que la primera infancia tiene un gran significado para nuestra cultura en general. Si queremos que la próxima generación sea una sociedad de personas bien equilibradas que puedan manejar sus emociones, que tengan autocontrol, que puedan prestar atención, pensar y aprender, y que se preocupen y sientan compasión por los demás, debemos proporcionarles experiencias de este tipo en las primeras etapas de sus vidas.


Sue Gerhardt

Psicoterapeuta especializada en desarrollo infantil. Cofundadora del Oxford Parent Infant Protec, institución destinada a la atención psicológica de padres e hijos.
Dale a tu alma la libertad de correr, bailar, agradecer y amar.
Por la vida, el amor de nuestro hogar nuestro planeta tierra Y del UNIVERSO.

FELILUXOR
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